Alianza familiar

Ricky influencer de Cireneos

Mi familia es muy grande.

Tengo 3 hermanos, 9 tíos y 21 primos hasta la fecha (sin contar los primos segundos).

Abundan las instancias para festejar y los cumpleaños para recordar.

Las Navidades, por ejemplo, evocan un sentimiento de felicidad absoluta. La magia está en el aire y los regalos cubren el piso.

Tal repertorio de parientes también me representa conexiones en varias partes del mundo. Montevideo, Maldonado, Minas y Flores – en lo que respecta a Uruguay – y Argentina, Brasil, Australia, España e Israel son algunos de los destinos intercontinentales con hospedaje gratuito que tengo a disposición.

Cuento con una madre que me saca de apuros y un padre que me deja su legado.

 

Soy extremadamente afortunado. Lo sé.

Reconozco que estoy fuera de la norma, y no existe un día de mi vida en el que no tenga mil y un motivos para estar agradecido con el Señor.

Aunque, claramente, esto a veces se me olvida…

 

No cuando hablo con el Ricky.

 

Ricky es la primera cara que vas a ver al llegar a Santa Eugenia.

El encargado de mantener el orden en la capilla, su presencia será una garantía cada vez que entres al barrio.

Con respeto y cortesía, te hará sentir bienvenido.

 

Ricky, como la mayoría del equipo de Cireneos, es un fiel y devoto cristiano.

Desde que se levantó la capilla en julio del 2020, el hombre no se ha perdido una sola misa, y ha contado con un lugar seguro para rezar y conectar.

Con más constancia de la que yo manejo, Ricky le agradece a Dios. 

Todas las mañanas, por el día nuevo que le dió.

Todas las noches, por la posibilidad de descanso.

Antes de cada comida, para santificar el alimento.

 

Pude observar cómo el hombre aprovecha al máximo cada mínima interacción, ya sea conversando con los jóvenes misioneros, sirviendo a la gente del barrio o recibiendo a aquellos que pasan a visitar.

Pero no fue hasta que nos sentamos a hablar que descubrí los verdaderos orígenes de su personalidad.

Porque si parece que el Ricky trata a los Cireneos como si fueran su familia… es porque lo son.

 

 

Un momento bisagra en mi camino de desarrollo personal ocurrió cuando concluí que debía dejar de culpar a mis padres por todo lo que me pasaba.

Me encontraba en la otra punta del planeta y ya había cumplido los 21 años de edad.

Costó mucho combatir el rencor.

¿Podría haber ganado si ellos no hubieran luchado conmigo?

Imposible saberlo, es probable que no.

Por eso admiro mucho las historias como esta.

 

 

“Éramos tres hermanos, yo soy el más chico”, dice Ricky.

“Mi familia era caótica, mi padre era alcohólico.”

“A mi madre la quería por el simple hecho de que fue quien me trajo al mundo. Nunca me dió un beso o un abrazo. Nunca le pude decir mamá.”

El papá de Ricky lo separó de su madre cuando él tenía solo 3 años, y no la volvería a ver hasta 24 años más tarde.

Ricky afirma no guardar rencor contra su padre, porque a pesar de sus carencias, el hombre jamás los dejó tirados.

 

Pasar sus años formativos en un hogar sin madre y con un padre borracho no representó la crianza ideal, claramente, pero la situación tampoco mejoró mucho cuando las autoridades se lo llevaron.

 

A los 10 años, Ricky es transportado a lo que antes se conocía como el INAME; organismo estatal para los jóvenes en situación de extrema vulnerabilidad.

Creció allí, y cuando le llegó la adolescencia, se volvió un residente del Hogar Sarandí en la Colonia Berro – parte del Instituto Nacional de Inclusión Adolescente.

¿Lejos del ideal? Seguro. ¿Con aspectos positivos? También.

“Íbamos a la escuela pública, aprendí a leer y escribir.”

“Descubrí cómo se trabaja la tierra y cómo se trata con la gente.”

“Me enseñaron a ser respetuoso, educado y a portarme bien.”

 

Paso a paso, Ricky se formaba como hombre.

 

Su primer laburo fue a los 18, repartiendo pollos. Después trabajó de mozo, de lavaplatos y de repartidor en una panadería, hasta que cayó en las Fuerzas Armadas, a las que le dedicó 5 años de su vida.

La vida sería estable para Ricky cuando quedó fijo en una empresa de seguridad, trabajando siempre de noche.

Volvería a encontrarse con su madre a los 27 años de edad, y a los 28 él estaba listo para casarse con su novia de hace tres años.

“Teníamos todo pronto, íbamos a hacer una boda en la iglesia San Pancracio; ya estaba hecha la casa.”

Todo parecía prometedor, demasiado bueno para ser cierto…

 

Una mala pasada

“Dios no impide todas las tormentas, pero sí promete estar en la barca.”
– Paráfrasis de Marcos 4:35 – 41

 

Puede que Dios no esté en la herida, sino en la cicatriz.

Es difícil verlo, sobre todo cuando el dolor cubre tus ojos y apenas te permite respirar.

Es difícil recordar que Él nos pone exactamente donde tenemos que estar.

 

Ricky perdió a su mujer de un paro cardíaco, dos semanas antes de casarse.

“Y eso me marcó para toda la vida.”

¿A dónde lo llevó esta marca? Bueno, por unos largos 6 meses las circunstancias lo llevaron a vivir en la calle.

“La calle la hacés vos”, me cuenta Ricky.

No importó que no tuviera familia, no importó que no tuviera un empleo, no importó que no tuviera una casa.

Ricky se aferró a lo que sí tenía, y mantuvo la cabeza siempre en alto.

“La gente que vivía por la vuelta siempre me alcanzaba algo para comer, porque nunca me veían borracho o drogado.”

“Me veían pobre, pero siempre prolijo.”

“La gente de la calle me ofrecía ayuda, pero yo no quería hacer junta. Yo estaba ahí por necesidad, no quería normalizarlo. Quería salir adelante”

Honrando las herramientas que le dió el Hogar Sarandí, Ricardo no perdió la fe en lo que era: un tipo educado.

 

Y quién no te diga, que a sus 58 años de edad, alguien muy especial lo vería por primera vez, mientras él cuidaba coches en el Stella Maris.

“Mi primer cumple con el Gordo fue mano a mano en la parrillada García.”

“Era el primer cumpleaños que se me festejaba.”

Otros testimonios también me aseguran que este encuentro sería la primera vez que nuestro protagonista probaba las mollejas y el queso provolone. ¿Se imaginan?

Hoy Ricky ya tiene 63 años, y los últimos 5 se los ha dedicado exclusivamente al grupo Cireneos, a quienes tiene el placer de poder llamar su familia.

 

Un círculo bien cerrado

Quise hacer énfasis en el tema y le pregunté a Ricky si suele reflexionar sobre sus vivencias, si frecuenta pensar en cómo vivió.

Su respuesta no podría haber sido más poética.

“Cuando uno está solo, y el mate es el único compañero, pienso en cosas de mi niñez y recuerdo mi adolescencia. Los tiempos en los que tuve que luchar contra el mundo, contra viento y marea. Luchando a contracorriente por lo que deseaba conseguir.”

“Eso que deseaba conseguir era ser alguien en la vida.”

“Porque antes no era nadie. Hoy la gente me conoce.”

A Ricky le suelen decir que, si no fuera por él, Cireneos no existiría.

Es más, esta influencia que Ricky tiene sobre la organización es para él un orgullo tan grande que no puede evitar compartirla felizmente en su perfil de Instagram, @ricky_influencer.

 

“Dios te traza un camino; y llega un punto en que este es el bueno y este es el torcido” – declaración recurrente entre mis entrevistados.

Sin dar lugar a la ira, la envidia o la avaricia, Ricardo Blanco cree firmemente que su trayecto completo fue obra de Dios.

Y describe su historia como un círculo bien cerrado.

“Pero no se cerró de la noche a la mañana, tuve que dejar cosas afuera para poder cerrar ese círculo.”

“Se necesitó empeño y esfuerzo. Sacrificio, dolor, sonrisas, llanto y tristeza. Todo lo bueno y lo malo que la vida te depara va a estar en ese círculo.”

“Algunas veces lloramos, otras estamos mal. Pero siempre construímos.”

 

¿Qué sería de mí si me hubiese rodeado desde temprano con la sabiduría de esta gente?

Tal vez hubiera aprovechado mejor mi privilegio.

Las maneras de Dios son misteriosas, quizá no debamos mirar tanto hacia atrás.

Solo cerrar los ojos y avanzar.

En paz con uno mismo, las manos llenas de generosidad.

 

 

 

Mathias Krell

Mathias Krell Levy

 

escrito por
Mathias Krell

Habiendo pasado los últimos años de su vida escribiendo artículos de índole espiritual y filosófico, Mathias se unió al equipo de Cireneos para narrar historias sobre lo que se vive entre los misioneros y las familias que reciben nuestro apoyo.

This post has 2 comments
Claudia Pérez Romero
28 Abr 2025

Gracias Mathias por traernos la historia de Ricky.
Ricky siempre está! Desde que uno llega hasta que se va. Es un gran compañero; siempre está dispuesto y de buen humor. El barrio no sería el mismo sin Ricky; de eso estoy completamente segura. Que Dios lo bendiga hoy y siempre!

Responder
Beatriz
29 Abr 2025

Qué Testimonio hermoso.ojalå lo puedan leer muchas personas.Dios bendiga a todos.

Responder
Deja una respuesta