El Poder de Jesús + la historia de Mariana

capilla del hogar Juan XXIII en San José, donde vive Mariana

Este año tomé un riesgo y me sumé a las Pascuas Misioneras del equipo de Cireneos.

Aunque mi ascendencia es judía y mi primera misa fue este año, participar de un campamento religioso con más de 100 chicos y chicas que no conocía resultó ser una oportunidad más que tentadora.

Además, esta escapada vino en un momento en que de verdad la necesitaba.

 

Me embarqué ciegamente… y, muchacho.

Si me habrá dado de lo que hablar.

Durante estas Pascuas Misioneras, los Cireneos nos quedamos en un hogar de niños que lleva el nombre de Juan XXIII.

Lugar que debería reconocerse como orgullo nacional, considerando la labor que realizan con los niños.

Ubicada en la ciudad de San José, la residencia dispone de varias cabañas; algunas hogares de quienes viven ahí, y otras que sirvieron como dormitorio para las chicas de nuestro grupo, ya que a los pibes nos tocó dormir en el suelo de un salón común (bastante acogedor, vale mencionar).

Esta experiencia de cuatro noches nos permitió gozar abiertamente de la capilla, la barbacoa, el salón de juegos, los varios comedores, la cancha de fútbol y la cancha de básquetbol, donde pudimos jugar por horas con los pequeños del lugar.

Si a esto le sumamos el encanto natural de los perros y caballos que paseaban por las praderas, obtenemos una receta infalible de entretenimiento asegurado.

 

El tiempo que nos tocó, soleado y caluroso, también facilitó la conexión con uno mismo y con las personas que te rodeaban, haciendo de los “Desiertos” diarios una de las partes más destacadas del retiro.

 

Al menos una vez al día, el Gordo Verde (cura detrás del proyecto Cireneos) terminaba las charlas grupales anunciando la hora de hacer el Desierto correspondiente.

Mathias, explicate un poco por favor. ¿Qué son estos “Desiertos” de los que hablás?

Bueno, los Desiertos eran ese tiempo de reflexión guiada que se nos daba para profundizar sobre las ocurrencias Cristianas de cada día de la Pascua, y cómo las lecciones que nos dejaron se pueden ver reflejadas en nuestra vida cotidiana.

 

El viernes en particular, durante nuestro Desierto mañanero, se me dió por escribir un poema cortito acerca del poder de Jesucristo.

Casualmente, la actividad que vino después fue la charla de Mariana – ex niña y actual encargada del hogar.

Acá les dejo el poema y una breve reflexión sobre la vida de esta mujer.

El Poder de Jesús

La influencia que tuviste es indiscutible.

Meramente como hombre, es realmente envidiable.

Cientos de millones de devotos leales,

Te siguen, y hasta diste nombre al calendario.

 

Hay mujeres que te rezan

Y hombres que quieren ser como vos.

Niños bautizados en tu nombre,

Iglesias construídas para tu devoción.

 

Muchas guerras peleadas por tu legado.

Presentás una duda existencial.

Si no hubieras sido quien dicen que fuiste,

¿No te hubiese borrado el tiempo ya?

 

Como a tantos otros que vivimos y morimos.

Sin compartir una porción de tu impacto divino.

 

Inmortal será tu mensaje que es hermoso.

Arraigado en una verdad que se resume en: Amor.

Parecería que cada una de las enseñanzas que dejaste

Conducen al milagro de una vida mejor.

Creo que este poema surge como manera de querer entender racionalmente a Jesús y al Cristianismo.

Leyéndolo bien, veo que tira mucho facto.

Comprendan que yo no me crié en la fe; en ninguna. Solo observo lo evidente.

La historia de Mariana

Hay una diferencia importante entre estar en el Hogar Juan XXIII de retiro temporal o estar ahí porque esta es tu casa, y hoy otro día de los tantos.

Si los confines de tu existencia residen acá, todo cambia.

El pasto no es tan verde y el sol no brilla tanto cuando te sentís abandonada.

 

Aun así, Mariana siempre lo eligió.

Ella rezaba ilusionada para que la trasladaran al Hogar Juan XXIII, y su pedido finalmente se cumplió cuando tenía 10 años.

Un par de décadas después, lo describe como “lo mejor que le pasó en la vida”.

 

Mariana se sentó sola frente a los presentes, y reveló por primera vez su trágica historia.

Comenzando desde la niñez, como todas las cosas.

Ella vivía con su abuela, porque la mamá no la quería.

Aunque pasados los años también la perdería, siendo refugiada por el INAU previo a su llegada al Juan XXIII.

Ella se describe a sí misma como una criatura fatal, que pudo ser feliz después de recibir sus primeros destellos de amor.

En mi mente, me la imagino como una niña de Dios que no bajó la cabeza frente a las circunstancias.

Nos afirma que sufrió mucho, especialmente hasta los 15, pero algo que no la lastimaba eran los comentarios que suelen hacer los chicos a esa edad.

 

“No me afectaba que me miraran raro o que me dijeran que yo era del INAU.”

“Me hubiese gustado que las cosas fueran distintas, sí… pero fueron así.”

 

A pesar de todo lo que podía faltarle, la gratitud florecía dentro de su ser.

En ese entonces, el hogar Juan XXIII brindaba refugio solamente a 8 niños, y era liderado por un grupo de franceses.

Para Mariana, ellos representaban lo que su familia biológica jamás supo ser. A través de la convivencia, el cuidado y el afecto, le enseñaron sutilmente, sin gritos ni agresividad, a manejar con altura los modales más sencillos.

De a poco, el respeto y la costumbre — casi sagrada — de decir “por favor” y “gracias” se volvieron valores indispensables para ella.

 

Aquella niña desolada, que hasta entonces vagaba sola, comenzó a recibir el amor que necesitaba.

Una referente en este aspecto fue Francesca; fiel amiga con quien Mariana compartió tiempo en el hogar. Se emociona al hablar de ella, y nos recita con nostalgia las palabras que una vez le regaló.

“Todo lo que sufriste, Dios te lo va a recompensar con felicidad.”

 

Esa felicidad son dos niños que hoy caminan por los pastos del Juan XXIII, y con cada paso que ellos dan, su madre recibe otra caricia al alma.

Un alma que ve a sus hijos como ángeles.

Porque en el preciso momento en que el primero llegó al mundo, Mariana volvió a nacer.

“Toda la violencia y el abuso que sufrí se borraron cuando nació mi primer varón.”

“Ese círculo vicioso de ira y dolor, esta era mi oportunidad para cerrarlo.”

 

Jesús fue su guía y le enseñó a perdonar, allanando el camino para que Mariana pueda enfocarse en lo que tiene.

“Se complican con tan poco, cuando en realidad es muy fácil”, me dice ella cuando pido su opinión acerca de las torpes discusiones que atormentan nuestros vínculos más preciados.

Esos conflictos de emociones, que dejan un enojo amargo en la boca de los padres, las madres y los hijos por igual.

 

Mariana no solo pasó por el hogar, sino que el hogar pasó por ella, dejando una marca en su espíritu que eventualmente la llamaría a volver.

Su trayecto es un testimonio de resiliencia, y su imágen es un faro de esperanza para los niños del hogar.

Y una buena bajada a tierra para los que crecimos en otro contexto.

 

Apreciemos, por favor, el amor que se nos regaló.

Manifestado de mil maneras, huele a sangre y sudor.

Una herencia tan valiosa que recae en nuestras manos.

Rindamos homenaje: por los de antes, por los que siguen y por vos.

 

 

 

Mathias Krell

 

Mathias Krell Levy

 

escrito por
Mathias Krell

Habiendo pasado los últimos años de su vida escribiendo artículos de índole espiritual y filosófico, Mathias se unió al equipo de Cireneos para narrar historias sobre lo que se vive entre los misioneros y las familias que reciben nuestro apoyo.

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